lunes, 11 de enero de 2010

Las mujeres gordas

El domingo el diario La Nación puso entre sus notas de tapa, el siguiente titular: "Las mujeres engordan al casarse, incluso si no tienen hijos".

Parece ser que un muy científico estudio de una muy seria universidad australiana asegura que luego de "analizar" a unas seis mil mujeres (qué número serio y cuantioso, eh?) llegó a la siguiente conclusión: el peso promedio adquirido durante diez años por una mujer de 70 kilos fue de diez kilos si tenía un hijo y una pareja; de casi siete kilos si tenía pareja, pero ningún hijo, y de cinco kilos si no tenía ni hijos ni pareja.

Muy púdicamente, el artículo de La Nación advierte: "el número de mujeres con hijos pero sin compañero fue demasiado pequeño como para extraer conclusiones estadísticamente significativas".

A lo largo del artículo, aparece varias veces la frase "el cuerpo de las mujeres" como una especie de objeto inanimado, que de todos modos debe ser fascinante para convocar a gente seria alrededor suyo. "El cuerpo de las mujeres" para la persona que redacta el artículo es una especie muy rara que, por eso mismo, quizás pueda ser peligrosa. Uno/a nunca sabe que se puede esperar de un objeto tan caprichoso llamado así, "El cuerpo de las mujeres", un nombre rimbombante si nos ponemos a pensar. Un nombre parecido a "rinoceronte" pero más largo, a "puercoespín" pero más terso; un nombre sugestivo, casi publicitario. No, seguramente se trata de un objeto que se debe mantener a raya, un animalito que hay que enjaular como un hamster, que hay que poner en escena aunque también se deba resguardar su rareza, no vaya a ser cosa que el objeto se desmadre y adquiera vida propia.

El artículo está acompañado por una ilustración que no encontré en la web. A la derecha se ve un vestido de casamiento que envuelve una silueta sinuosa y flaquita. El vestido no tiene cuerpo adentro, sólo una percha en el lugar de la cabeza. A la izquierda hay una mujer redonda, que mira de reojo el vestido flaquito sin cuerpo.

El artículo se complementa con un recuadro que dice "Los varones engordan aún más". Parece que otra universidad, también seria y estadounidense, se tomó el trabajo de andar 32 años tras 12 mil personas para llegar a la conclusión que les cuento más arriba. Eso sí, el artículo sobre los varones gordos es más chiquito, un complemento, una nota al pie.

Me incomoda que las mujeres seamos tratadas como cuerpos, por más estudio científico que respalde la investigación. También, que aquellas con hijos pero sin compañero (oh, atrocidad) sean dejadas de lado por un estudio que en el fondo no pretende inquietar al lectorado dominguero sino, quizás, llenar una página con alguna nota liviana, que ponga un poco de tranquilidad en medio de tanto panorama político encrespado.

Otra cosa que me resulta insólita es que éste es un típico caso de "nota sin nota". A ver, si el dato más relevante es que, bajo circunstancias similares, los varones engordan más que las mujeres ¿por qué se pone el foco en las mujeres?

Y también me pregunto ¿Por qué el cuerpo de los varones no es puesto bajo lupa y el nuestro sí? ¿Por qué nuestro cuerpo es tratado como un objeto independiente de nosotras, partido, inerte, peligroso, acechante con esa gordura que le puede crecer por aquí o por allá?

Escribe Clarissa Pinkola Estés en Mujeres que corren con los lobos: “Despreciar o juzgar negativamente el aspecto físico (…) de una mujer es crear una generación tras otra de mujeres angustiadas y neuróticas. (…) Si le enseñan a odiar su propio cuerpo, ¿cómo podrá amar el cuerpo de su madre que posee la misma configuración que el suyo, el de su abuela y los de sus hijas? ¿Cómo puede amar los cuerpos de otras mujeres (y de otros hombres) próximos a ella que han heredado las formas y las configuraciones corporales de sus antepasados? (…) En el fondo, el ataque a los cuerpos de las mujeres es un ataque de largo alcance a las que las han precedido y a las que las sucederán”.

Es decir, que mientras se nos pretenda inculcar que el peso que tengamos debe ser un desvelo y que nuestro cuerpo vale en relación inversa a lo que pesa, entonces será más fácil encorsetarnos en asuntos que en verdad no son prioritarios. Así será más fácil que no nos pensemos colectivamente, ni que pensemos en las que nos precedieron y en las que vendrán. Asuntos como la búsqueda de una sociedad justa, igualitaria, sin violencia contra las mujeres ni los/as niños/as, quedan así relegados por una balanza, constreñidos al arcón de los temas “románticos” que nada tienen que ver con la seriedad periodística, con lo que “le interesa a la gente”.

También me enoja esta idea de que para estar flaca, nada mejor que no tener un compañero (La Nación evita la idea de que hay mujeres que eligen mujeres para acompañarlas en la vida pero si el diario no lo negara otra sería la historia, otro el momento histórico, probablemente más auspicioso y con menos notas como ésta). Ni hijos/as. Paradójicamente, la institución familiar sigue siendo defendida como el lugar “natural” de las mujeres en algunas lógicas conservadoras. ¿Flacas pero solas? ¿Gordas con hijos/as y maridos/as? ¿No parece una dicotomía demasiado cerrada y absurda? ¿O no hay mandato que le venga bien a la mente bienpensante de La Nación?

Soy trabajadora de medios y sé que no siempre una tiene la dicha de escribir lo que quiera en el lugar que se le dé la gana. A veces el oficio periodístico es un trabajo respetable como cualquier otro (como el de una artista, de una costurera, de un señora que limpia casas) aunque, sí, es un trabajo que al mismo tiempo construye aunque sea un poquito esa realidad de la cual pretende ocuparse.

Entiendo que a veces hay que cerrar un edición, hay que poner cosas sí o sí para que no queden espacios vacíos, hay que apurarse para entregar materiales a tiempo. Pero creo que siempre se puede ser un poco más inteligente que las condiciones que se nos imponen. O por lo menos, intentarlo. De lo contrario, si sólo utilizamos el sentido común como criterio, el resultado son estas notas sexistas, efectistas, que se multiplican en la gráfica como bichos peligrosos. Como bichos que engordan sin culpa al calor de un periodismo que no está en su mejor momento. Y que insiste en negar esta evidencia.

Los links para ver las notas del diario, acá y acá.

 

 

1 comentario:

  1. Genial Iv. Gracias, me encantó, me hizo pensar un poco más allá sobre un tema al que vivo dándole vueltas.

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