lunes, 18 de enero de 2010

Par de sandalias con brillos (relato con crónica)

Con agradecimiento especial a M.

--Algún día te vas a acordar de esto y te vas a reír --me dijo la mujer. Y siguió pegando la sandalia con cinta scotch muy gruesa. Sucedió ayer, domingo, en medio del calor húmedo que en Retiro es aún más angustiante, porque Retiro --con esa mezcla de sudores y humos de colectivo y aslfato indolente al rayo del sol-- es como un pasaje ciego donde el tiempo se detuvo. Mejor huir cuanto antes. A menos que tu sandalia se rompa. En ese caso, puede suceder que te quedes varada allí o que alguien te ayude. A mí me ayudó una mujer de pelo rojo que vendía roscas de chipá debajo de una sombrilla.
Cuando me vio con la sandalia en la mano, se acercó y me alcanzó unos afileres de gancho, que hundí entre los brillitos de la sandalia y la suela, que de tanto andar, ya está un poco menguada. Con esas sandalias anduve por el pueblo donde nací, por Rosario, por Buenos Aires. Son ese tipo de objetos que han resistido mucho más que lo que debían. O sea, nada tengo para reprocharles.
La mujer me ayudó a pegarlas también con cinta y así llegué a destino.
Hace un año, otra mujer también me había socorrido en una circunstancia parecida. La anécdota se transformó en crónica que publiqué en Las 12 (ver acá)
Sí, ya sé que las sandalias no van más. No creo que venga otra a ayudarme la próxima vez que se me rompan. Ahora, como Charlotte von Mahlsdorf, como Julio Chávez, yo soy mi propia mujer.

1 comentario:

  1. Qué lindo Ivana! Estos son los posts que más me gustan, detenidos sobre algo tan nimio como un par de sandlias rotas; tan tan profundo como un par de sandalias rotas, que soportan nuestros pasos y nuestro peso, que nos llevan y nos traen de los lugares queridos, de los lugares que nos asustan, de los lugares que nos generan ambivalencias,de los lugares calurosos y húmedos como Retiro. Te quiero mucho amiguita!

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