miércoles, 8 de diciembre de 2010

Amor no correspondido por gato punk

Alguien me pregunta si quiero a Toto.
Yo respondo que no lo conozco, que es adorable, seguramente, pero que al menos deberían presentarnos. Parece que Toto se ha pasado de piola: rasgó entero el borde de un sillón de diseño, hizo pis en un acolchado de pluma, se pone irascible entre las tres y las cinco de la tarde como galán de telenovela despechado porque sí y está como poseso y corre por toda la casa y cae rendido finalmente. Con esos datos, yo ya sé que amo a Toto, el Gato Punk.
Toto también me ama. O al menos, eso es lo que demuestra cuando lo traen. Es un bicho de pelo gris, corto, ojos azulísimos sobre una carita pequeña, huesos flexibles y largos como un siamés. Pero no es siamés del todo. Y tiene un par de bolas llamativas, como si se tratase de un toro comprimido en un cuerpito sid vicious. Yo no creo que este gato pegue corcovazos taurinos. Mirá lo bonito que es.
Se instala en mi falda y allí se queda. Ronronea. Me mira como un perfecto gatito. Busca mis manos para que acaricie su cabeza huesuda. Toto, te amo, te amo, te llevo conmigo. Él sabe que me gusta. Cada vez más. Entonces, me rindo a sus encantos, muestra su verdad: abre la boca, exhibe los dientes, muerde con fuerza mi collar nuevo de cuentas negras, tintineantes en su oído toda la noche como una música atávica que lo devuelve a sus tiempos salvajes. Y allí se queda y no hay dios que lo mueva ni torero que lo haga soltar su presa de bisutería. Toto se separa de mí con un pedazo de collar como trofeo. Mi corazón, Toto, eso es lo que te has llevado.

1 comentario:

  1. Ay escribís tan lindo. "tiene un par de bolas llamativas, como si se tratase de un toro comprimido en un cuerpito sid vicious"

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