sábado, 22 de enero de 2011

Las palomas

Me asomé a la ventana y la paloma me miró con su ojo redondo. A las palomas, de perfil se les ve el ojo entero, ,no como a la gente. Entonces, es como si me hubiese mirado abarcándome en un segundo moviendo su cuellito breve y emplumado. Le dije “hola” por decir algo. Ella se había instalado en la boca de salida del calefactor del departamento del piso de abajo.
Hace un tiempo pasó lo mismo. Una paloma hizo nido allí para cuidar sus huevos. Por entonces yo tenía un novio que hacía música. A mí me gustaba su música y a él le gustaba que yo escribiera. Creímos que era suficiente.
En tres semanas los pichones tendrían que haber nacido. Pero la paloma se pasó un largo mes empollando, y nada. Finalmente se fue. El nido quedó solitario, un montón de ramas con los huevos adentro que parecían cada vez más delgados, como pieles que van envejeciendo. Pasaron soles, lluvias y vientos y las cascaritas de los huevos se volaron
También mi novio se fue. Si él leyera esto, probablemente pensaría que fui yo quien se fue. Y quizás tampoco estaría muy de acuerdo en que escriba estas cosas. Era celoso de su intimidad. Lo entiendo. Días atrás, unas amigas publicaron en Facebook unas fotos de una reunión preciosa que hicimos mientras estuve de vacaciones en mi pueblo natal. Al fin, les pedí que dejaran de incluirme. Una noche, un amor, un gesto pueden ser mostrados si hablan de algo más que de sí mismos. La literatura no hace más que chusmear en vidas ajenas, a veces reales y a veces inventadas, pero funciona cuando dice algo que trasciende la anécdota. Y en el Facebook no hay lugar para eso. Lo entendieron, claro. Y dejaron mi muro en paz no sin antes escribir un par de ironías como esos cuetes que los chicos arrojan a la hora de la siesta para joder a los vecinos.
Justo cuando volví de mi lugar natal, encontré otra paloma, la que me mira de perfil. Esta semana llovió fuerte una mañana y ella se quedó donde estaba aunque no fuera un lugar protegido y se mojase. Me gusta pensar que esta vez nacerán los pichones.
Ahí donde veo un quiebre de tiempo entre la primera paloma y ésta, en verdad sólo hay continuidad. Lo interesante es que nunca las cosas siguen ocurriendo del mismo modo luego de que ciertas personas amadas o ciertos hechos recordados pasan por nosotros. Entre alguien que llega o alguien que se va, una puede trazar una línea. Pero sospecho que en definitiva la vida es otra cosa, un fluir constante, un caudal rumoroso que cambia de color pero no cesa, ni aún cuando dejamos de estar.

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